A raíz de la pandemia, las tendencias en educación se han acelerado exponencialmente. Antes de la experiencia en remoto a la que se han visto forzada miles de instituciones en todo el mundo había muchos conceptos que eran meras prospecciones futuribles. Pero en ningún caso formaban parte del día a día de las universidades ni de otros centros de enseñanza. La crisis presencial, en cambio, ha dado impulso a nuevas formas de educación , que escapan de los esquemas tradicionales.
Las herramientas de colaboración entre estudiantes, la capacidad de aprender desde cualquier lugar y en cualquier momento, gracias a las plataformas digitales, o la personalización de la enseñanza son algunos de los aspectos que están llamados a renovar la educación. Ante el trastorno que ha supuesto la pandemia se ha puesto de manifiesto la utilidad de algunas herramientas, como la videoconferencia. Pero también se ha hecho notable la importancia de fórmulas de flexibilidad para aprender mejor. Esto se une a la ya habitual demanda para que las universidades tengan una formación más práctica.
En busca de una educación más conectada con el mundo laboral
A la universidad se le achaca desde hace tiempo su lejanía con el mercado laboral . En esto también hay debate, pues hay quien defiende que el objetivo de esta institución no es puramente de preparación para el ámbito laboral sino como experiencia de formación personal.
Con todo, en algunas áreas han surgido nuevas formas de educación caracterizadas por una mayor agilidad, más orientadas al trabajo. Son propuestas a través de plataformas digitales, como el aprendizaje de idiomas mediante aplicaciones, el seguimiento de cursos impartidos por profesionales digitales o incluso iniciativas presenciales, como 42 Madrid, el campus para aprender programación sin profesores y sin horarios.
Un claro factor de diferenciación de estas propuestas educativas es su vertiente práctica . La importancia de la práctica de las cosas frente a la teoría es uno de los puntos comunes. Algunas de ellas están decididamente orientadas al desarrollo de la profesión en el mundo laboral.
El enfoque de la universidad es otro, aunque tampoco se puede decir que esté desvinculado del mundo del trabajo. “La universidad siempre ha estado ligada al mundo laboral, solo que a esa sección del mismo que son las profesiones, tanto las llamadas liberales como las burocráticas. La iniciación laboral se confiaba y se confía directamente a este”, relata Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. “Los abogados se hacían pasantes, los médicos pasaban a internos, los maestros, el prácticum. Algunas de esas prácticas han desaparecido, como los pasantes, otras se han reforzado, como ocurre con el MIR, y otras se han burocratizado (aquí el ejemplo es el prácticum)”.
Pero la universidad no siempre ha seguido el ritmo de los cambios económicos y las transformaciones en el trabajo. Así lo refleja Fernández Enguita: “El problema es que las universidades tienen mecanismos de reacción muy lentos y trabados por intereses corporativos propios y ajenos. Y los empleadores, que no pueden esperar, ponen en marcha sus propios procesos de iniciación y formación en el empleo”. De ahí que surjan las formaciones dedicadas dentro de las empresas, pero también se ensayen otras fórmulas.
Nuevas formas de educación
Una forma de ver el papel de las universidades es situarlas en medio de la relación entre la sociedad, la economía y el sector público . En este caso, su rol no solo atañe al empleo sino a crear ciudades o regiones más prósperas y habitables. Sin embargo, las nuevas formas de educación ofrecen un método de enseñanza más directamente relacionado con las demandas de las empresas.
Este tipo de metodologías, como 42 Madrid , tienen la liberad de escoger programas de formación dinámicos. No están sujetos a planes de estudio que tienen que ser aprobados y cuya modificación no resulta fácil ni ágil. “Su gran ventaja es justamente estar fuera de la universidad como institución, lo cual les da mucha libertad para experimentar , en particular sin la pesada herencia de las formas de enseñanza más tradicionales: las aulas, las clases magistrales, la enseñanza transmisiva, la evaluación tardía y sumativa, la inercia de los programas”, reflexiona el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Las nuevas formas de educación proponen una vía más práctica de aprendizaje. Al tiempo, la universidad ofrece planes de estudios exhaustivos, con una base teórica sólida, macerada a lo largo del tiempo. Sin embargo, en muchos casos las empresas con anclaje en el mundo digital necesitan trabajadores que resuelvan problemas de forma rápida y eficiente. Esto es precisamente lo que tratan de enseñar a hacer en 42 y en otros centros.
La idea que está detrás de las nuevas formas de educación es que el estudiante se enfrente a situaciones lo más reales posibles. Es decir, aprender con problemas a los que se enfrentaría en el mundo laboral. Un enfoque normalmente distinto al que usan las universidades. “Creo que durante bastante tiempo coexistirán ambas formas de aprendizaje y enseñanza , con las iniciativas externas y más disruptivas abriendo nuevos campos y las universidades tratando de combinar innovación y fiabilidad. Las primeras ganarán terreno en términos relativos a la universidad, pero esta goza todavía de muy buena salud y, sin duda, continuará su expansión hasta donde alcanza la vista”, apunta Fernández Enguita.
La universidad y las nuevas formas de educación como complementarias
El futuro se antoja como una combinación de estas nuevas formas de educación junto con las más tradicionales. Cada una de ellas tiene su papel, que por ahora permanece diferenciado claramente. “Las universidades, de momento, tienen a su favor dar seguridad al mercado”, sostiene Fernández Enguita. “Son una garantía de lo que hay detrás de los títulos, de muchos de los cuales tienen el monopolio. Y también ofrecen una experiencia sin parangón al estudiante. Porque a la universidad no solo se va a estudiar sino también a crecer, a socializar y a demorar el acceso al trabajo”.
Este componentes social y de crecimiento personal —a lo largo de ciclos que duran tres o cinco años— no es desdeñable en absoluto. Si bien en las nuevas formas de educación se socializa, la condensación de los estudios hace que el tiempo que dura la formación sea menor. Al final, ambos modelos se pueden enriquecer mutuamente .
“Iniciativas como 42 o como Duolingo en idiomas o Salesforce en mercadotecnia, tienen ventajas, como ser más ágiles y flexibles, porque no dependen de instituciones. Se ponen al día fácilmente, son más económicas y saben servirse de recursos interactivos y del aprendizaje colaborativo entre iguales”, apunta el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense, que añade: “Pero de momento solo son competencia para la universidad en ámbitos en los que el resultado del aprendizaje es fácil y directamente evaluable y, un eventual fracaso, fácilmente detectable y corregible”.
Con esto último, Fernández Enguita se refiere a ámbitos como la programación, el diseño gráfico o el marketing online. Pero otras profesiones, donde un fallo genera situaciones de riesgo alto, es difícil que dejen de ser monopolio de la universidad. Es el caso de un médico o un arquitecto de edificios. “ Las universidades deben incorporar esas nuevas maneras de aprender y de enseñar , pero sin que se reduzca su fiabilidad”, puntualiza.
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